2/14/2020

RENOMBRADOS JURISTAS OPINAN SOBRE ZAFFARONI




Eugenio Rául Zaffaroni, es Profesor Honoris Causa, de varias Altas casas de Estudio de prestigio internacional, autor de decenas de libros que han  hecho escuela y, en tal sentido, domina el pensamiento penal vernáculo y su presencia en Iberoamérica marca surcos, como también lo ha hecho en la jurisprudencia nacional, ya como juez de instancias inferiores, ya como magistrado de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.Como juez no encarnó el modelo burocrático adocenado del estereotipo judicial; al contrario, lo puso en crisis todo el tiempo.

En las próximas entradas del Blog, vamos a citar la opinión de varios Juristas, llevada a cabo con motivo de su renuncia a la Corte Suprema de Justicia de la Nación para acceder a la Corte Interamericana como Juez integrante de ese órgano.





2/13/2020

EL DERECHO PENAL DEL ENEMIGO Y LA ESTRATEGIA DEL LAWFARE



En este artículo el doctor Victor hortel Hace una descripción sintética de lo que se llama la doctrina del derecho penal del enemigo y el Lawfare. Resalta que el derecho penal del enemigo no considera a la persona. Pensemos por un por un  momento lo que significa edificar un derecho donde los sujetos no son personas si no son Enemigos, Y por esa razón resalta el doctor hortel se encuentran desprovistos de las garantías constitucionales que brinda el estado de derecho. Destaca el autor que la doctrina del derecho penal del enemigo Una Clara y concreta afectación al Estado de Derecho


Por Victor Hortel

Ya en anteriores oportunidades nos hemos referimos a la persecución política-judicial que el gobierno de Cambiemos despliega contra referentes políticos, sociales, sindicales y empresarios a los que considera “enemigos”. Ello por expresar voces contrarias a sus políticas y sus consecuencias.
Desde siempre, la persecución ejecutada por un Gobierno contra opositores/as, desde el ángulo del Derecho Penal, se vinculó con la doctrina del Derecho Penal del Enemigo. En la actualidad se nos habla de un proceso mucho más sutil y complejo denominado “Lawfare”.
Sin entrar en disquisiciones filosóficas o análisis duros de la dogmática penal y con muchas probabilidades de errar en la síntesis final, el Derecho Penal del Enemigo, se caracteriza por no considerar persona –y por ende no reconocer los atributos de la dignidad humana- al individuo imputado penalmente, y consecuentemente relativizar o directamente suprimir lo que denominamos “garantías constitucionales”.
Luego la consecuencia directa del Derecho Penal del Enemigo, es la afectación concreta de la real vigencia del Estado de Derecho.
Desde otro ángulo, podrá advertirse la dificultad del empleo del par dialectico amigo-enemigo. Ello, pues el concepto de “enemigo”, nos remite al concepto “guerra”, el cual parece no resulta ser apropiado si lo que se pretende desde el derecho es la solución pacífica de los conflictos.
En este punto no podrá soslayarse el criterio amigo-enemigo en Carl Schmitt, jurista, filósofo e ideólogo del nazismo.
Así, el par dialectico amigo-enemigo y la remisión al concepto de “guerra” (pueden recordarse frases del tipo: “guerra a las drogas”, “guerra al delito”), nos llevan al concepto actual de “Lawfare”.
Con similares limitaciones que las señaladas para el desarrollo de la idea del Derecho Penal del Enemigo, puede afirmarse, que la persecución judicial de la que es objeto el arco opositor al Gobierno, se enmarca en una evidente de estrategia del “Lawfare”.
Entendiendo el “Lawfare” como el modo de guerra no convencional en el que la ley es usada como un medio para conseguir un objetivo militar. (Ver Coronel Qiao Liang, Colonel WANG XIANQSUI, “Unrrestricted Warfare: China’s Master Plan to Destroy America (Hardback), Estados Unidos, Echo Point Books & Media 2015.)

“Lawfare”, es una nueva lógica política del neoliberalismo judicial, hace referencia al uso indebido de herramientas jurídicas para la persecución política, al uso de la ley como un arma para destruir al adversario político por vía judicial.
La estrategia de “Lawfare” requiera una justicia cómplice, medios de comunicación que trabajen en absoluta concordancia con el objetivo de despedazar a las expresiones populares y políticos que participen en el ataque, siempre propalado generosamente por los medios de comunicación y luego capitalicen los resultados de denostar, inhabilitar y desprestigiar a las representaciones populares que se enfrenten a los intereses de los grandes grupos económicos.
Se trata de una maniobra que se aparta del Estado de Derecho en nombre del Estado de Derecho, al igual que cuando se declara la guerra en nombre de la paz
Debemos recordar en este sentido que: “La categorización histórica-jurídica del Estado de derecho constituye la consagración de un proyecto ideológico que tuvo por objeto asegurar la libertad y especialmente, la seguridad de los individuos, mediante la demarcación de los límites entre el poder y la prepotencia, la discrecionalidad y la arbitrariedad […] En rigor, representan más que un mero límite, ya que constituyen el propio fundamento del sistema democrático y constitucional. La protección trasnacional refuerza esta perspectiva, al presentarse como una instancia internacional de protección de los derechos fundamentales, dada la real posibilidad de que los Estados incumplan los compromisos internacionales asumidos en los tratados regionales y universales de derechos humanos” (DUHALDE, Eduardo Luis. “El Estado Terrorista Argentino”. Ed. Colihue, CABA 2014, pág. 51).
El Derecho Penal del Enemigo y la estrategia del “Lawfare” y la consecuente nueva construcción del enemigo interno son parte de la realidad nacional, donde el Estado de Derecho se encuentra en estado de vulnerabilidad.


La construcción del Enemigo Interno y El Derecho Penal del Enemigo. Caso “guerra contra las drogas” de Richard Nixon.

                                   En la década de los años 70, RICHARD NIXON, asume la Presidencia de los EE.UU. Con su llegada, el Partido Republicano termina con la cuasi hegemonía del Partido Demócrata.
En el período que se prolonga desde el año 1933 a 1969 –excepto por el mandato del republicano Dwight D. Eisenhower-, se sucedieron Presidentes Demócratas, que podría decirse observaban –con matices- los lineamientos del “Estado de Bienestar”. ( Franklin D. RooseveltHarry S. Truman,   John F. Kennedy,  y Lyndon B. Johnson).
Por el contrario, Richard Nixon encarno el prototipo del “Estado de Malestar” o “Estado Gendarme”. Prototipos que hoy en día responde a los Estados caracterizados por imponer políticas neoliberales.
Bien, fue Richard Nixon quien inicia la “guerra contra las drogas”, centrada en la persecución del “consumidor/adicto delincuente”, dado que su conducta ponía en peligro la “Seguridad Nacional” por favorecer la “subversión”.
Es recordado el discurso de Richard Nixon, donde expreso frases tales como:
“No hay respeto sino se respeta la ley”
“Necesitamos una guerra total en EEUU contra los demonios que vemos en nuestras ciudades”
“Debemos dar lugar a lo que hemos llamado guerra total contra el enemigo n° 1 de los EEUU, las drogas peligrosas”
“Esta es una Nación de leyes, y como ha dicho Abraham Lincoln, nadie está sobre la ley, nadie está debajo de la ley y vamos a hacer cumplir la ley”
“LOS ESTADOUNIDENSES DEBEN RECORDAR QUE VAMOS A IMPONER LA LEY Y EL ORDEN”
Como luego se supo, con esta “guerra a las drogas”, Nixon persiguió a quienes consideraba sus enemigos internos: el poder negro, el movimiento pacifista, el movimiento por la liberación de las mujeres y el movimiento gay.
John Ehrlichman, Secretario de Seguridad del Presidente Nixon, supo reconocer que las “guerras contra las drogas” había sido creada para “meter negros a la cárcel”.
La campaña de Nixon en el año 1968 y luego “La Casa Blanca de Nixon”, tuvieron dos “enemigos”, la izquierda antibélica y el poder negro.
“Hicimos que la población asocie a los hippies con la marihuana y a los negros con la heroína, y asi criminalizarlos con dureza y acabar con esas comunidades” (John Ehrlichman).
“Podíamos arrestar a sus líderes, allanar sus casas, parar sus reuniones y denigrarlos noche tras noche en los noticieros. ¿Si sabíamos que mentíamos? Claro que si” (John Ehrlichman)
                                   La “guerra total contra las drogas” de Richard Nixon, fue avalada en nuestro país con el dictado de la ley 20.771.
                                   En la misma línea de Richard Nixon, el Presidente Republicano Ronald Reagan (1981-1989), convirtió la guerra contra las drogas en una guerra literal, en la cual negros, hispanos y latinos fueron en masa a prisión.
                                   El gobierno de Ronald Reagan se caracterizó por la desigualdad económica, la segregación y la criminalización total.


La construcción del Enemigo Interno y El Derecho Penal del Enemigo. Lawfare. Geopolítica. Caso “guerra contra la corrupción” de Donald Trump.

                                   En este punto debemos iniciar refiriéndonos a Rex Tilerson, primer Secretario de Estado de los EE. UU, del Presidente Republicano Donald Trump.
                                   Corresponde señalar que el Secretario de Estado en los EE. UU, es, además del encargado de las relaciones internacionales, el segundo miembro de mayor rango, tanto en línea de sucesión como de preferencia del Gabinete del Presidente de los Estados Unidos.
                                   Antes, Rex Tilerson fue Presidente de Exxon Mobil Corporation entre 2006 y 2016, la quinta mayor empresa atendiendo a su capitalización de mercado.
                                   Ahora bien, Rex Tilerson, formado en la Universidad de Texas, propugna la teoría que corresponde agregar a la agenda de la Defensa Nacional Norteamericana, la “guerra contra la corrupción” y asi poder operar contra las empresas chinas y rusas que amenazas los intereses de las empresas norteamericanas.
                                   En este punto, también es de destacar la designación del ex Juez de Texas, doctor Edward Prado, como Embajador de los EE. UU en nuestro país.
                                   En coincidencia con Rex Tilerson, Edward Prado ha afirmado que: “también son enemigos de los EE. UU, las empresas nacionales locales de cada país que de cualquier modo impidan u obstaculicen la participación de las empresas norteamericanas”.
                                   Prado, desde su llegada, se mostró dispuesto a colaborar para “mejorar el sistema judicial argentino” y “permitir que las empresas norteamericanas vengan a la Argentina”.
                                   Pero Prado enciende una alerta cuando habla de las relaciones bilaterales, esa alerta tiene nombre y apellido: CHINA. “la creciente de presencia de China ciertamente presenta un desafío para la región. Los esfuerzos de China por adecuar las reglas a la conveniencia de sus empresas y compañías en ocasiones chocan con el interés con la Argentina por mantener un orden mundial en términos de regulaciones” (declaraciones a Infobae).
                                   Luego de estas designaciones y declaraciones, fuimos testigos en nuestro país, de cómo jueces y fiscales compitieron para ver quién era el primero es saciar la sed republicana que pidió a gritos encarcelar a cuanto kirchnerista andaba suelto.
                                   Apreciamos, en tiempo real, como se forzaba el paradigma judicial en la construcción del enemigo interno, y una nueva doctrina de la Seguridad Nacional, que lejos de buscar la verdad y la transparencia, sólo busco garantizar la impunidad del poder financiero y mediático, para lograr la continuidad de las derechas en el poder.
                                   Las causas “la ruta del dinero K”, “obra vial en Santa Cruz”, “cuadernos” –por mencionar solo algunas- son ejemplos de cómo el Poder Judicial se ha convertido en un factor determinante en los procesos destituyen tés (recuérdense los casos de Lula y Dilma en Brasil). El Poder Judicial no es un simple cómplice, sino que ahora resulta un eslabón central en la configuración de la nueva Doctrina de Seguridad Nacional.
                                   Ya es tiempo que se entienda que todos los órganos del Estado, deben apegarse a derecho. Y los jueces con más razón.


2/12/2020

EL DERECHO ES LUCHA






Por Raúl Zaffaroni *

En la canción de Tom Jobim que usted, Julio Maier, cita en su columna de opinión publicada el lunes 5 en Página/12, la felicidad tiene fin y la tristeza no. Pero en el derecho ninguna de ellas lo tiene, porque hay momentos de avance y otros de retroceso. A veces pierde la pulsión hacia la dignidad de la persona.
Pero calma, Julio. Usted no desperdició su vida ni mucho menos. Siempre empujó en la dirección correcta, como el más distinguido teórico del derecho procesal penal de toda la región.
Creo que –como tantos otros– hizo prosa sin quererlo porque luchó y lucha, y siempre el derecho es lucha. Para los trogloditas conviene aclarar que no lo dijo Marx, sino Rudolf von Jhering.
No puede ser de otro modo, porque el derecho siempre es político. Escribimos para que los jueces nos hagan caso en sus sentencias. Los jueces son un poder del Estado, cada sentencia es un acto de gobierno y, como tal, el derecho nunca puede ser neutro respecto del gobierno de la polis, jamás puede ser no ideológico, porque siempre expresa una cosmovisión, un sistema de ideas. La cuestión está en saber qué ideas expresa.
Usted siempre estuvo de un lado, luchando por un derecho que tratase a todo ser humano como persona. ¿Acaso pensó no encontrar resistencia en esa lucha? ¿Creyó que alguna vez y por un rato no nos torcerían la mano en la pulseada?
Querido Julio: sus propias ideas provienen de anteriores luchas. De Túpac Amaru y los comuneros, de los quilombos, de los héroes de la Independencia, de las burguesías europeas del siglo XVIII, de nuestros caudillos federales, de los movimientos populares latinoamericanos, de conflagraciones con millones de muertos. Siempre los derechos resultaron de luchas políticas y les dieron forma a sus logros.
Es verdad que hay traidores que quieren detener la dinámica de la historia para degradar al ser humano, como tampoco faltan escribas que con tales fines corrompen los más nobles conceptos jurídicos.
Si bien esto es particularmente indignante en una región con cientos de miles de víctimas del subdesarrollo y del colonialismo financiero transnacional, lo cierto es que en todos los tiempos hubo mercenarios dedicados con empeño a estos despreciables menesteres. Nunca faltaron los ingenuos y perversos que quisieron reducir el derecho a una técnica neutra, pretendiendo que el maloliente producto de su olla de bruja sea útil tanto a las democracias como a las dictaduras criminales. Para eso se eleva la lógica a ontología y se fabrica un complejo aparataje funcional a la concentración de riqueza.
Pero usted, querido Julio, nunca fue un aséptico teorizador de algo tan despreciable que pueda servir tanto como tostadora para el desayuno o como instrumento de tortura del vecino.
No Julio, usted no desperdició la vida, ni tampoco el derecho es algo inservible: es el medio necesario para empujar la política de respeto a la dignidad humana, en la lucha en que usted participa como pocos, con su saber y su pasión y, más aún, con su ejemplo de vida.
Pero así es la vida del derecho: no tiene fin, ni en sus logros ni en sus fracasos. Es un unfinished, siempre en lucha, dinámico y, sobre todo, partisano, jamás neutro. No es posible ser neutral ante la negación de la dignidad humana, y es necesario ser partisano para luchar por su avance en la historia.
¡Vamos, Julio! ¡Todo jurista es político! Proyectamos jurisprudencia y actos de gobierno de la polis. No se niegue como político y, por ende, no lamente que el derecho sirva a la política, porque conforme a la naturaleza de las cosas no puede ser de otro modo.
La cuestión es hacerlo consciente y saber en todo momento que se responde a una política humana y no a una inhumana. Estamos del lado del derecho humano, pero sabemos que enfrente tenemos un derecho inhumano.
Julio, ¡bienvenido a la lucha en que siempre estuvo!
* Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ex miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

2/11/2020

PRESOS POLÍTICOS, VOLVAMOS A LA CONSTITUCIÓN

Zaffaroni sostiene en este artículo que más allá de las discusiones semánticas en torno a los presos políticos, en nuestro país hay presos que no debieran estarlo, y afirma que la solución institucional debe lograr no sólo la libertad de quienes no tienen que estar presos, sino que también debe lavar el honor mancillado de la inmensa mayoría de los jueces del país, para devolverle a los ciudadanos la seguridad jurídica de la libertad.


Por E. Raúl Zaffaroni*
(para La Tecl@ Eñe)

En nuestro país hay presos que no debieran estar presos.

La única verdad es la realidad, y esa es la realidad, a condición de no perdernos en los vericuetos del nominalismo. Puede dárseles el nombre de presos políticos, el de prisiones arbitrarias u otro que guste más, pero esa discusión semántica no cambia nada.

En rigor, en sentido objetivo, preso político sería sólo el que comete un delito político (contra el gobierno del Estado, como rebelión o sedición); en un sentido más amplio, el que está preso por razones políticas; en otro -extremadamente amplio- algunos dicen que todos los presos son políticos, porque el poder punitivo es ejercicio de poder político (de gobierno del Estado, de la polis).

No conduce a nada enredarse en estos conceptos discutibles, porque la realidad –con el nombre que fuese- es la misma: hay presos que debieran estar libres.

Llámese como se llame, no es posible ignorar que Milagro Sala está presa por obra de jueces que tienen tan grave incontinencia verbal –o cargan tanta culpa en su inconsciente- que se les escapan confesiones más o menos públicas, al punto que una de ellas motivó la renuncia de la presidenta del máximo tribunal de la Provincia y otro de sus miembros incurrió en una catarsis telefónica, después de la cual pidió licencia.

Pocas dudas caben acerca de que hay presos preventivos, es decir, sin sentencia condenatoria firme, alegando que como fueron funcionarios hace más de cuatro años, tienen o pueden tener “vínculos residuales”. Este disparate jurídico sin precedentes suele llamárselo periodísticamente doctrina, incluso por el periodismo de buena fe.

¡Seamos un poco serios, por favor! En la ciencia jurídica, una doctrina es un discurso elaborado, meditado, teorizado, mínimamente racional, y no una argumentación que más bien parece digna de improvisaciones de alta madrugada alcohólica. Un disparate nunca puede ser una doctrina en el campo jurídico.

En nuestra historia, muchas veces hubo presos que debían estar libres, empezando por los gauchos arreados a la frontera –tipo Martín Fierro- y terminando por los presos a disposición del PEN o condenados por tribunales militares, cuyos integrantes dependían jerárquicamente del poder ejecutivo de facto.

Se trata de modalidades de privaciones de libertad al margen del derecho, que corresponden a las diferentes etapas de nuestro colonialismo. El estilo Martín Fierro, ley de defensa social y ley de residencia, correspondió a nuestro neocolonialismo oligárquico. Las prisiones por orden del ejecutivo y de consejos de guerra, a la del neocolonialismo en variante de seguridad nacional.

Pero ahora sufrimos el tardocolonialismo financiero, que nos somete endeudándonos, valido de bandas locales que abren las puertas al caballo de Troya, en cuyo interior vienen los depredadores. La forma en que se mete preso o presa a alguien que no debiera estarlo, no es la misma de las etapas coloniales anteriores, sino que su táctica ha variado: es el lawfare, de que hablan –en diverso sentido- desde los norteamericanos hasta el Papa y es motivo de amplia literatura en los últimos tiempos.

Sin valorar qué es peor, lo cierto es que la cuestión de los presos de la seguridad nacional era de fácil solución institucional: se levantaba el estado de sitio, se declaraban nulas las pretendidas sentencias de los militares y se amnistiaba. Ahora el problema es más complejo e institucionalmente más perverso.

No subestimo el dolor de quien está preso cuando no debiera estarlo ni mucho menos. Nosotros estamos sueltos, pero ellos están encarcelados y sufriendo sin razón jurídica. Pero aquí quiero centrarme en otro tema: ¿Hasta cuándo estaremos sueltos nosotros?

No se trata únicamente del dolor de los presos que no debieran estarlo –que en modo alguno paso por alto-, sino de la amenaza institucional que pesa sobre los que hoy estamos sueltos. Esos presos lo están por decisión de jueces que no han sido designados por ninguna dictadura, sino por jueces constitucionalmente nombrados, lo que no es una diferencia menor. Además, eso ensucia a todos los jueces de nuestro país, porque el común de las personas con que hablamos en cualquier parte se refiere a la justicia.

La guerra judicial –el lawfare in english- no es otra cosa que la combinación de un empresariado de medios oligopólicos con un grupo mínimo de jueces al servicio de la banda que abre las puertas al caballo de Troya de los endeudadores.

En nuestro país hay miles de jueces, nacionales, provinciales, de todos los fueros, y que nada tienen que ver con esto, pero ante la aberración de presos que no debieran estarlo, el público no distingue: al decir es la justicia, se enloda a toda una categoría.

Nuestros miles de jueces no tienen nada que ver en esto, sino que, como en toda categoría profesional, tampoco faltan entre ellos algunos pocos neuróticos graves que psicopatean mal. Ahora la usual psicopateada en toda coautoría pretenderá que el muerto sea el único culpable.

Pero de todos modos, lo cierto es que una minoría de jueces bastante concentrada e identificada es la que protagonizó en coautoría por división funcional de la empresa –como decimos en derecho penal- estas prisiones políticas, arbitrarias o como se las quiera llamar.

Si en un Estado se ordenan y mantienen presos que no deben estar presos por orden de un reducido grupo de jueces constitucionalmente nombrados, es obvio que institucionalmente algo anda muy mal, pero -y por sobre todo- no puede dejar de venirnos a la memoria el famoso primero vinieron por …, sea de Bertolt Brecht o de Martin Niemöller.

Los presos que no debieran estarlo llevan la peor parte, obviamente, porque están presos. ¿Pero nosotros, los sueltos? ¿Hasta cuándo no vendrán por nosotros? ¿Nadie se da cuenta de que somos cuarenta y cuatro millones de habitantes amenazados por esta patología institucional? ¿Qué garantía tenemos de que mañana no se nos acuse de traicionar a la patria sin guerra, de enterrar cubos metálicos de dólares en la Patagonia, de ocultar oro bajo la tumba de algún pariente, de robarnos dos PBI, de quedarnos con dinero que invertimos en obras, de interrumpir comunicaciones cuando nos reunimos en la calle, de procesarnos por detenernos al boleo después de una manifestación, o de negarnos las excarcelaciones que nos correspondan constitucional y convencionalmente porque se presume que tenemos vínculos residuales, o de cualquier otro disparate que no me cabe en la imaginación? Ayer vinieron por ellos… no lo olvidemos, mañana pueden venir por nosotros y será tarde.

Debemos ser perfectamente conscientes de que ante la táctica de la guerra judicial el remedio no puede ser el mismo que con los presos de las dictaduras, pero no se trata sólo de resolver la cuestión de los presos que no debieran estar presos, sino también de prevenir que mañana no seamos nosotros los presos.

Tengamos en cuenta que si una minoría de jueces en coautoría funcional con empresarios mediáticos puede disponer prisiones arbitrarias y esa situación se mantiene, ningún habitante de la Nación Argentina puede estar seguro de no ser víctima de una prisión arbitraria.

Esto requiere una solución institucional, que no sólo logre la libertad de quienes no deben estar presos, sino que también lave el rostro de toda la justicia, que levante el honor mancillado de la inmensa mayoría de todos los jueces del país, que nos devuelva a los ciudadanos la seguridad jurídica de nuestra libertad ambulatoria, que nos reintegre la plena vigencia de las garantías que establece nuestra Constitución y todos los tratados de Derechos Humanos incorporados a ella.

No estoy capacitado para proponer soluciones, pues si bien conozco todas las posibilidades jurídicas -y por descontado descarto las que se aplicaron en el caso de los presos de la dictadura-, carezco de la visión de conjunto acerca del espacio político de que dispone el gobierno, sin lo cual no haría más que proponer las que no sé si son las más convenientes.

Pero estoy seguro, al menos, de que no puede impedir una solución institucional que nos devuelva la seguridad jurídica en el marco de la Constitución –es decir, que nos vuelva al cauce constitucional parcialmente perdido- el mero temor a que los mismos medios oligopólicos, coautores de las privaciones ilegales de libertad, aúllen que se consagra la impunidad, porque eso lo dirán de cualquier manera, por transparente que sea la solución institucional, y siempre habrá un inevitable e irreductible porcentaje de gorilismo histórico dispuesto a creer en la cuenta cifrada suiza de Evita, como en cualquier otro episodio absurdo de Emilio Salgari o de Netflix imputado a quien participa de un movimiento nacional y popular.

*Profesor Emérito de la UBA